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Sobre espías, nazis prófugos, muertes y amores increíbles en Puerto Obligado

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El señor Johnstone, canadiense y comerciante, murió en un hotel de Asunción. Pero Johnstone, horas después, dejó apresuradamente la capital paraguaya. Era marzo del 64, cuando sucedió aquel aparente caso de muerte y resurrección de un tipo inquieto y mutante. Al llegar a Buenos Aires, en 1959, se llamaba Sam Gilead.

FUENTE: LA NACIÓN

  • Por Ricardo Rivas
  • Periodista

Puerto Obligado –405 km. al sudeste de Asunción, sobre el Alto Paraná y 200 km. al sur de la triple frontera– propicia conversar sin apuro. “A Samuel (Gertenzang) le ordenaron dejar Israel para espiar al alemán Helmut Gregor que vivía en Vértiz 970, cerca de Buenos Aires, hasta que le indicaron que dejara de hacerlo. Se fue con bronca y amargura porque, tener en la mira a Josef Mengele, prófugo desde que terminó la Guerra, desprevenido y tener que dejarlo ir…”, dijo un amigo en voz baja. “El Ángel de la Muerte”, apodo de Mengele en Auschwitz, oculto aquí desde 1949, documentado argentino desde 1956, “era un objetivo para Israel”.

Era 1960, año complejo para la relación argentino-israelí, el 11 de mayo. Rafi Eitán –famoso agente del Mossa– interceptó a Adolf Eichman (Ricardo Klement), ejecutor del Holocausto, cuando regresaba a su domicilio después de trabajar en Mercedes Benz. Se ocultó aquí desde 1950. Secuestrado, fue llevado en secreto a Israel el 21 de ese mismo mes. El operativo puso en aprietos al entonces presidente argentino, Arturo Frondizi (1958-1962), cuando la información se hizo pública.

Según las confidencias en Puerto Obligado, “Samuel y otros agentes del Mossad, se reunieron con el mandatario para informarle sobre la ‘Operación Garibaldi’ (capturar a Eichman). El hombre les advirtió que no tendrían ayuda de la policía o del ejército infiltrados por el nazismo”. Gertenzang (Gilead, Johnstone), comprendió entonces que Tel Aviv decidió que Eichman era mucho más valioso que Mengele en los planes estratégicos de David Ben Gurión. El 30 de junio, Argentina aceptó extraditar al Ángel de la Muerte a Alemania. Huyó a Paraguay.

Samuel viajó hacia Asunción en procura de Fritz Fisher que tenía protección del dictador Alfredo Stroessner (1954-1989) y la cobertura de una influyente comunidad alemana. Fisher –también Gregor o Mengele como lo acreditaba un documento de identidad de Paraguay– solía alojarse en el Hotel del Lago, en San Bernardino, o en el Tirol, en Encarnación. Unos 340 kilómetros separan a las dos localidades. Johnstone (Samuel), lo ubicó rápidamente pero le ordenaron abortar la operación. “Un compañero, lo alertó: ‘Te descubrieron.

Al verdadero canadiense Johnstone lo mataron recién’”. Acató. “Meses antes, varios agentes del Mossad murieron a tiros frente a un grupo de elite que protegía a Mengele”, añadió. “Rafi, monitoreaba al prófugo y guardaba los datos categorizándolos como secretos”. Se desconoce la ruta de su fuga. Quizás, se ocultó en la finca Hohenau del nazi paraguayo Alban Krug, cercana a Puerto Obligado.

En 1979, Gerstenzang viajó nuevamente. Eitán sabía que Mengele estaba en Brasil. “Cerca de San Pablo o Santos, en un pueblo costero y tenía orden de matarlo”, precisó.

“Al parecer, Samuel fue un seductor. Convivía con una bella mujer. Le ocultó que era del Mossad. Afincaron cerca de Caieiras. El fugitivo vivía allí desde los setenta. Lo ubicó, verificó su identidad y reportó. La operación estaba en su fase final; Mengele, también. Murió ahogado. Nadaba en el mar el 7 de febrero de 1979, cerca de Bertioga. El perseguidor no quería creerlo. Su pensamiento lo interrumpió su conviviente: ‘Nos vamos, Samuel.

La misión terminó’”. Enmudeció. “¿Qué misión?”, balbuceó, aunque “comprendió que la mujer que sedujo y lo sedujo, era su jefa. Fue a la morgue. Quería ver muerto a Mengele. Sam y Tota, su apodo, casi envejecen juntos hasta que ella partió con un tal Aguilucho”. Silencio. “–¿Conoces a Samuel?”, pregunté. “Es el tío de un amigo. Vive en Washington”.

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