Notas
¿PORQUE RECORDAMOS A NUESTROS NIÑOS EN LA FECHA DE UNA CRUEL BATALLA?
16 ago 2020 / Nacionales
La Guerra de la Triple Alianza tuvo un saldo devastador no solo para el ejército de Paraguay, sino para el país en general. Hace hoy 151 años Paraguay fue en el escenario de Acosta Ñu, de una de las más terribles batallas de la historia militar del mundo. Así lo afirmó el periodista brasileño Julio José Chiavenato en su famoso «Genocidio americano: guerra de Paraguay», un libro publicado hace cuatro décadas que reescribió la historiografía regional. Por un decreto de 1948, el Día del Niño en Paraguay se celebra siempre el 16 de agosto.
Si bien muchos de sus datos han sido matizados o desmentidos, el texto sirvió para echar luz sobre lo que hoy sí es ampliamente reconocido como el enfrentamiento internacional más sangriento de la historia de América Latina: la Guerra de la Triple Alianza.
Se calcula que en esos 5 años murieron entre 200.000 y 300.000 paraguayos, que entonces equivalían a la mitad de la población del país y de los cuales el 80% eran hombres.
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Entonces, ¿qué pasó en Acosta Ñu para convertirse en «el símbolo más terrible de la crueldad de esa guerra»?, como escribió Chiavenato.
La diferencia con el resto de las batallas es que aquella del 16 de agosto de 1869, donde el año pasado el gobierno paraguayo inaugura un monumento, fue peleada por niños y adolescentes. Tanto marcó al país esta batalla que es también la fecha en que se conmemora el Día del Niño.
La «guerra total»
«El año 1869 marca definitivamente el concepto de guerra total», dijo el historiador paraguayo Fabián Chamorro.»Guerra total es cuando la población civil es alcanzada por los combates».
Había niños en ambos bandos de la Guerra de la Triple Alianza, pero en Acosta Ñu hicieron algo que no era normal: pelearon.
De acuerdo con Chiavenato, una de estas figuras era el general Luís Alves de Lima e Silva, luego duque de Caxias, quien lideraba las tropas brasileñas en Paraguay.
«¿Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar la guerra, es decir, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la mujer?», reclamó al emperador de Brasil.
Pero la orden era que el fin de la Guerra de la Triple Alianza llegaría solo tras la muerte del presidente de Paraguay, el mariscal Francisco Solano López, algo que pasaría el 1 de marzo de 1870.
«No había necesidad de hacer esta operación de cacería, donde la peor parte se la llevó la población civil», afirmó Chamorro.
Por su parte, Solano López cada vez reclutaba soldados más jóvenes.
«Primero tenían 16 años y luego 14, 13 años», dijo Barbara Potthast, profesora de historia ibérica y latinoamericana en la Universidad de Colonia, Alemania, quien llegó a encontrar registros de enrolamientos de niños de 11 años.
Mujeres y niños integraban el ejército paraguayo «porque como dicen muchos, era más bien un pueblo en armas», explicó Potthast.
«No era un ejército profesional al estilo que conocemos hoy», dijo Potthast. «Porque como dicen muchos, era más bien un pueblo en armas».
¿Barrera humana?
Una y otra vez, Solano López lograba escapar de los aliados. De hecho, su última huida milagrosa había sido cuatro días antes de la batalla de Acosta Ñu, cuando cayó Piribebuy, la tercera capital de Paraguay.
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«Ese 12 de agosto las fuerzas paraguayas se dividieron en dos: en una columna iba el mariscal López y en la otra, mujeres, niños, ancianos», contó Chamorro.
Estos últimos «llevaban toda la logística del ejército con carretas tirada por bueyes: cañones, armas, vestuario, implementos para la cocina, etcétera».
La batalla de Acosta Ñu ocurrió hace 151 años cerca de lo que hoy es la ciudad de Eusebio Ayala, en el centro de Paraguay.
Según Chamorro, estos fueron alcanzados por los aliados, que en su mayoría eran soldados brasileños, y «no tuvieron otra opción más que pelear», afirmó.
Potthast planteó otra teoría: «Lo que se dice, y no tengo motivos para dudar, es que en esta batalla la tarea de los niños y jóvenes era ser como una barrera para que no avance el ejército».
Lo cierto es que Solano López efectivamente logró huir hacia el norte con el resto de las tropas, donde continuó su resistencia.
La batalla de Acosta Ñu se desarrolló cerca de lo que hoy es la ciudad de Eusebio Ayala, en el centro de Paraguay, y fue, en palabras de Chamorro, «una verdadera masacre».
«De un lado estaban los brasileños con 20.000 hombres», escribió Chiavenato. «Del otro, en el medio de un círculo, los paraguayos con 3.500 soldados de 9 a 15 años, no faltando niños de 6, 7 y 8 años».
Si bien la cantidad de niños en Acosta Ñu está disputada, llegando a haber relatos que sitúan la cifra en 700, todos los historiadores coinciden en la crueldad de la batalla.
También pelearon junto a veteranos de guerra que, según los distintos relatos, eran entre 500 y 3.000.
Sea como sea, existía una disparidad entre los ejércitos, que no solo era numérica y etaria, sino también tecnológica.
«O sea, para que un paraguayo pudiera ponerse a tiro de un brasileño, tenía que soportar 10 descargas de bala. Era imposible», afirmó.
A esto se suma que los menores casi no tenían la fuerza para empuñar fusiles, mucho menos en las condiciones de hambre y enfermedades que entonces los asediaban, explicó Potthast.
En el campo de batalla
La batalla comenzó por la mañana y terminó unas 10 horas después, con escasas bajas del lado brasileño y casi ningún sobreviviente del paraguayo. No obstante, los detalles sobre el enfrentamiento en sí de nuevo difieren.
Potthast contó que, para que los soldados aliados no se dieran cuenta de que peleaban contra niños, se pusieron barbas falsas. Chamorro aseguró que no pueden haber tenido tiempo para preocuparse por esos detalles.
Incluso se dice que los pequeños iban armados con palos que simulaban ser rifles.
«Los niños de 6 a 8 años, en el calor de la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo que no los matasen. Y eran degollados en el acto», escribió Chiavenato en su influyente libro, según la traducción del Portal Guaraní.
Por la tarde, agregó, cuando las madres recogían los cuerpos de sus hijos y aún había heridos, los brasileños quemaron el lugar.
En cambio, el general brasileño Dionísio Cerqueira, quien estuvo en la batalla, dio otra perspectiva: «¡Qué lucha terrible esa entre la piedad cristiana y el deber militar! Nuestros soldados decían que no daba gusto pelear con tanto niño». «El campo quedó lleno de muertos y heridos del enemigo, entre los cuales nos causaban gran pena, por el abultado número, los soldaditos, cubiertos de sangre, con las piernecitas quebradas, algunos de los cuales ni siquiera habían llegado a la pubertad», agregó.
Y continuó: «¡Cuán valientes eran para el fuego los pobres niños!»
Potthast, por su parte, encontró relatos que afirmaban que estos pequeños no lloraban, aún al ser heridos.
En palabras de la historiadora alemana, el único punto en común entre los observadores e historiadores de todos los bandos era «el valor y coraje de la lucha de los paraguayos, inclusive los niños soldado».
Identidad nacional
Si bien tanto Chamorro como Potthast resaltaron que el concepto de infancia en el siglo XIX no era el mismo que hoy, la idea del niño héroe que murió defendiendo a su nación todavía es parte de la identidad nacional paraguaya.
La Guerra de la Triple Alianza es la piedra fundamental del nacionalismo paraguayo, afirmó Potthast.
La noción establecida por una rama de la intelectualidad y por varios gobiernos, sobre todo militares, fue que «perdieron la guerra pero lucharon con heroísmo, y de este heroísmo sacan fuerza», explicó Potthast.
En particular, la batalla de Acosta Ñu fue usada como una «excelente propaganda para convertir a los niños en futuros soldados», afirmó Chamorro, quien recordó que Paraguay todavía tiene servicio militar obligatorio.
«Había textos escolares de después de 1948 en los que, por ejemplo, aparece un niño viendo un desfile militar que le dice a su padre: ‘Papá, quiero ser soldado’. Y el papá le responde: ‘Vos ya sos un soldado’», contó. Por eso es que también se elige el 16 de agosto como el Día del Niño de Paraguay.
El decreto que en 1948 fijó la fecha destacaba la importancia de «fomentar por todos los medios la difusión e intensificación del sentimiento nacionalista por los grandes recuerdos del pasado».
En concreto, sobre los más pequeños, aseguraba «que la niñez debe educarse en el culto del más acendrado patriotismo».
Sin ir tan lejos, el monumento que inauguró el año pasado por el 150 aniversario, el presidente Mario Abdo Benítez es, según la Secretaría Nacional de Cultura, «en honor a los héroes de la patria, los niños mártires de Acosta Ñu».
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