Notas
Leche sobre bici hace 30 años
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Ella se llama Nelly Sosa Deleón, tiene 60 años de edad y hace 31 que se dedica a vender leche en esta ciudad caazapeña. Para llegar a las casas de sus clientes se sube todos los días a una bicicleta.
La guapa mujer paraguaya narra que cuando comenzó a vender su producto lo hacía a pie, pero su actividad le permitió reunir el dinero suficiente para comprar una bici.
Su actual bicicleta tiene 8 años y pese a que casi no tiene frenos nunca tuvo accidentes graves o sufrió una caída que le impidiera continuar su recorrido y entrega. Recordó que en una oportunidad una mujer en motocicleta la chocó, por suerte, sin grandes consecuencias.
Hoy, por ser Viernes Santo, no salió a repartir leche, pero sus fieles clientes fueron hasta su casa a retirarla, así que de todas formas cumplió con la tarea de ordeñar las vacas.
El lote de 20 hectáreas donde vive con su marido Rogelio Centurión y sus hijos se encuentra a unos 2 kilómetros de la zona urbana de San Juan Nepomuceno, en la periferia del barrio San Cayetano, sobre la ruta que une esta localidad con la ciudad de Abaí.
Nelly Sosa Deleón no es nepomucena, pero afirma que se siente como una lugareña más. Ella es oriunda de San Roque González de Santacruz, K22, Gral. Eugenio A. Garay del departamento de Guairá y su marido Rogelio Centurión Rivas, es de una compañía vecina, Ñanducua, del mismo distrito guaireño. “Hace 35 años que nos mudamos a San Juan Nepomuceno y 31 años que vendo leche”, cuenta.
ORDEÑAR, PEDALEAR, REPETIR
Doña Nelly comentó que su rutina diaria comienza a las cuatro de la mañana con el ordeñe de las 7 vacas lecheras con que cuenta, ninguna de las cuales es de raza. Las siete vacas le dan unos 22 litros de leche al día. Una vez terminado el ordeñe, comienza el envasado. Dos horas después de empezar la faena, a las 6 ya está en la ruta rumbo a la ciudad, para hacer la entrega a sus clientes, a quienes cobran en forma semanal o mensual.
Ella no quiere arriesgarse a comprar vaca de raza porque si les son robadas “va perder mucho”. En las tres décadas que lleva de actividad ya le robaron 13 vacas lecheras. Hay veces que los abigeos se llevan la vaca y otras en que la faenan en su propio lote, en una isla que tiene atrás.
La trabajadora contó que su marido no puede ayudarla, porque se moviliza con la ayuda de un bastón. Por eso toda la carga del trabajo recae sobre ella: desde juntar las vacas a la tardecita en un corral donde pasan la noche las vacas para evitar robo hasta repartir todos los días la leche, montada en su bici roja. ABC
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